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Cruza la puerta de la Biblioteca y da 40 pasos. Pasos cortos, con la calma de quien va a releer un libro tras subir la única escalera que existe en la sala. En el fondo Pepe Espaliu 1 existen muchos imprescindibles, uno de ellos La ciudad en la historia (1966)2, del sociólogo e historiador americano Lewis Mumford. El debate que suscita este libro continúa siendo de rabiosa actualidad: ¿Cuál es el modelo que debe seguir la ciudad contemporánea: congestión o expansión? Ante todo, la sostenibilidad de la ciudad. Y existen en el libro pasajes que resultan premonitorios. Recuerdo por ejemplo el problema de hacinamiento y de vivienda que la ciudad romana vivía a comienzos de nuestra era. Y que para entonces los constructores ya vivían llenos de privilegios3.
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Bajando la escalera, a 25 pasos, está La Jetée (1962), poema-ciudad de Chris Marker. La narración fílmica creada con fotografías en blanco y negro reflexiona sobre la memoria personal y el tiempo. Un voz en off nos cuenta la historia de una imagen que marcó a un hombre desde la infancia. El desconoce el significado de la imagen. En la imagen aparece un instante en el aeropuerto de Orly, la violencia está latente. Esa imagen es lo que nos trae al presente; todo lo demás transcurre en un paisaje de ficción, urbano y apocalíptico, que canaliza la reflexión filosófica sobre el tiempo: “la única esperanza para sobrevivir estaba en el Tiempo. (...) Un resquicio en el tiempo y luego quizás sería posible conseguir comida. (…) el Espacio estaba prohibido”. Solo al final del film conoceremos la explicación que el relato y la voz en off del narrador dan a la imagen obsesiva. ¿No has deseado nunca ver lo que se oculta tras esa imagen que la memoria te trae incesantemente y conversar con lo que aparece?
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Algunos libros despiertan nuestra voz en off y sus conversaciones. A 30 pasos del film de Marker, subiendo de nuevo la escalera con pasos cortos, se encuentra el libro Babel de Patti Smith. Cada vez que leo a Patti Smith oigo y toco su voz4, que también podría ser la de Artaud y la de otras muchas autoras; son textos escritos más allá del sexo y del cuerpo de una mujer. Somos los textos que leemos, vemos, oímos y tocamos. Lo que hacemos nos completa. Al final de un pasaje, Smith abre este diálogo:
- ¿Qué quieres de mí? dijo ella.
- Contoneándome debajo de ella grité: ¡lujuria!
- ¿Qué quieres de mí? le pregunté.
- Lenguaje, dijo ella, lenguaje”.
O algo así como “sé todos vuestros sueños secretos, sé dónde estáis, buenas noches, dormid bien, dulces sueños, dulces rayos, que os iluminen desde lo lejos”5.
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Todos los pasos a partir de ahora discurren en compañía de la voz en off de Smith. Bajando de la planta superior, a otros 35 pasos, encontramos el catálogo de la artista brasileña Lygia Clark (1998)6. Lygia Clark rechaza el lugar del artista divinizado, del artista creador tocado por la inspiración frente al receptor pasivo que espera su obra. Clark entrega la obra al receptor, la oportunidad de que haga una interpretación, una experiencia y una poética de ella. “¿Cuántas alegrías y dolores ha ofrecido mi cuerpo al otro ser que está secretamente dentro de mi yo, abriéndose como una gigantesca coliflor?”7. En el catálogo se recopilan textos de diversos investigadores y autores conocedores de la obra de Clark; entre otros, el de la pensadora brasileña Suely Rolnik, quien reivindica la fuerza simultáneamente estética, política y terapéutica de la obra de la artista8.
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A unos 15 pasos del catálogo, Micropolíticas. Cartografías del deseo (2006), de Suely Rolnik y Felix Guattari, escrito tras un viaje que ambos hicieron a Brasil en 1982. “Es habitual escuchar que soy un exagerado, demasiado optimista, que no veo la pobreza de los pueblos. Sí que puedo verla” escribió Guattari en el prólogo del libro, “puede que esté delirando, pero me parece que estamos en una era productora, en una era de la abundancia, en la creación, en las revoluciones que desde el punto de vista del origen de un pueblo son maravillosas. En eso consiste la revolución molecular: no es una consigna, no es un programa, es algo que siento, que estoy vivo, en unos encuentros, en unas entidades, en los afectos, y también en algunas reflexiones”. La explicación del vocablo molécula que aparece al final del libro no deja lugar a dudas: flujos, evoluciones y transiciones entre fases.9
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Sigue resonando la voz de Smith. A 22 pasos, damos con el número“Projected temporality” (2012) de la revista eslovena Maska. En el artículo “The project horizon: on the temporality of making” de Bojana Kunst, filósofa, dramaturga y teórica de arte contemporáneo, encontramos pasajes como éste: “Hay que dar un sí al mantenimiento del presente, a la conservación, a la resistencia. Para los artistas y trabajadores del ámbito artístico es muy importante exigir la conservación, la continuación, y ocupar, en la mayor medida posible, los espacios del presente. (...)¿Cómo podemos mantener nuestro posicionamiento en el presente?”.
Con esta pregunta y una mirada oblicua10, en la resonancia de todas las voces en off y sus pliegues, nos dirigimos a la puerta de entrada. Cómo aprendernos, si no es mediante las textualidades, las vivencias y las experiencias que nos completan.